sábado, 24 de julio de 2010

Mis cuentos favoritos: El marido rural, de John Cheever (Introducción)

Si hay algo que me fascina de la lectura de ciertos escritores norteamericanos es la curiosa impresión que dejan de no tener necesidad de demostrar su pericia escribiendo. Simplemente escriben la mejor historia de la que son capaces, de la manera más eficiente que conocen y les da tres narices si aquello suena a bien escrito o no. Es cierto que en parte este efecto puede deberse a la traducción, aunque yo apostaría tranquilamente a que se trata más de un rasgo de estilo que a un problema de translación; da igual, se deba a lo que se deba no cabe duda de que los relatos funcionan maravillosamente bien tal cual se pueden leer traducidos al castellano. Es el caso de Cheever. Como en Hemingway, aunque tal vez no tan acentuado, en Cheever no encontraremos nunca un afán de preciosismo, un esfuerzo por enganchar al lector a través del oído; más aun, aun cuando cargada de imágenes perturbadoras, de una enorme fuerza que se clavan directamente en la consciencia -o tal vez en el inconsciente- del lector, su escritura jamás cautiva por su belleza o por la agilidad de su ritmo. Leído de primeras, sin aviso, Cheever puede llegar a parecer torpe, como si acaso no dominara la sintaxis de la escritura. Pero si se vence esta primera impresión y se traspasa el umbral de los primeros párrafos, pronto se halla uno atrapado en una red fascinante de personajes frustrados, de situaciones de una violencia soterrada, de una hipocresía y de una ambigüedad moral que jamás podrán dejarle indiferente. Los cuentos de Cheever, y en especial El marido rural, son cargas de profundidad dirigidas a la línea de flotación del American Way of Life, de ese ideal americano que devora sin piedad a sus ciudadanos y los devuelve transformados en carne de psiquiatra. Un relato que cuenta además entre sus méritos el de haber inspirado el American Beauty de Sam Mendes. Pues sí, lo diré también aquí: otra obra maestra de la narrativa breve. Como el cuento es relativamente largo, lo subiré en tres partes y en orden inverso: primero la tercera, después la segunda y acabaremos con la primera, de modo que se pueda leer cómodamente y del tirón.



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